A pesar de ser unos días donde la frivolidad parece no tener lugar. A pesar de haber días donde uno no quiere escuchar las noticias, ni a sus representantes elegidos democráticamente, ni ?por supuesto- a los miles de tertulianos que saben perfectamente lo que hay que hacer en cada momento. A pesar de todo debo ponerme frívolo porque si no me da un algo.
Y es que: se ha muerto la tele. No quiere encenderse. Y esto, sin duda, es una crisis tamaño pandemia aviar.
Aunque hay que decir que hemos reaccionado bien, sin pánico ni ataques de ansiedad. Hemos encendido la radio y cenado al calor de las noticias de R5. Como muy entrañable.
Y como ya es el segundo día sin tele uno se pregunta para qué coño la necesita uno, aunque claro, en la mesa de la sala ya hay un par de catálogos y varias páginas de internet impresas. La tele ha muerto, y que viva el pedazo de bicho que va a entrar por la puerta.
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