otros momentos
estoy delante del ordenador, con 0 ganas de ponerme con el trabajo, cierto malestar muscular en la espalda y fastidiado con el ruido de la reforma que están haciendo en la oficina. Se nota en el olor del aire que hace buen tiempo. Veo por el reflejo del monitor que el cielo esta azul. Que aún están amarillas las xestas y los tojos, y que con el verde hacen una combinación que siempre me ha parecido barroca, muy barroca y antigua, como galicia.
Leyendo a willy me he acordado de un momento de esta semana que quiero dejar en el blog. Fue el miércoles. Lleve un cd con el trabajo y un ejemplar para que vieran el resultado final a la fotocopiadora. Fui en coche y lo dejé en el parking más cercano, porque en cuanto saliese me marchaba para casa. Llevaba todo el día con amagos de agua. Cuando entré en la tienda caían unas gotas, cuando salí había arreciado, y cuando estaba ya en el coche cayo una manta de agua. Una inmensa nube se desplomó sobre la ciudad. Abrí la ventana para oler, pero me salpicó el agua las gafas, cosa que odio, y volví a cerrarla. Apunto de salir de la ciudad pasé por una de las zonas monumentales y vi como caía el agua de un tejado si canalón en la acera piedra. Como salpicaba la piedra, como rebotaba el agua sobre los charcos.
Puedo quedarme horas viendo como cae el agua, de cualquier sitio a cualquier parte. Pero el agua sobre la piedra tiene algo especial. Recuerdo Arrebato, como Cecilia se droga para quedarse mirando fijamente la muñeca de Betty Bop durante horas, el protagonista le dice que así es más fácil. La primera vez que vi esta película me di cuenta lo preciosa que es la capacidad de quedarse durante tiempo indefinido mirando. Sin más.
Después de un día especialmente jodido, en ese punto, en el coche, viendo el agua sobre la piedra, abrí una ventana y olí.
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