sábado, 11 de octubre de 2003

cambios de planes y encuentros inesperados

después de haber planeado una tarde de viernes donde todo encaja perfectamente, una llamada pide tener listo un trabajo para el lunes, cuando el plazo final era el miércoles. Y cómo es gente maja el que lo pide, pues uno no puede por menos que hacer un esfuerzo. Que si llega a ser otro que yo se... ay no, no, no, los viernes por la tarde no trabajamos. Y además cuando hablo con el jefe de este lío, pues aún mejor, porque cuando alguien te dice... bueno, tampoco es necesario que este completo, ya sabes que vamos ratrasados y estas cosas no se arreglan con atracones... con esta gente si que da gusto trabajar. Hay cambio de planes, pero tampoco es grave. Y hace un buen día y la gente por la calle me parece que hoy es muy atractiva.

De todos modos llego muy tarde a casa. No me da tiempo a hacer más que un poco de compra. Y cuando entro al super sale un antiguo profesor del colegio. Hará como quince años que no lo veia. Lo miro y me quedo un poco sorprendido. Me mira y, sin parar, sigue su camino. Se disparan las especulaciones. Me ha reconocido? Creo que sí. Y por qué no ha saludado? Y esa mirada... indiferencia, reconocimiento indiferente? Y este que hace aquí? Que yo sepa no vive por aquí, y supers como este hay en todos lados. En fín. Extraño.

Termino la compra y bajo a la ciudad, ya llego tarde y hay un tráfico de viernes tarde. Unas tónicas con G. Y vamos a los vinos, casi como hace... un montón de años. No ha quedado con nadie en concreto pero sabemos que nos vamos a encontrar a gente seguro. Pero aún tenemos tiempo de hablar de planes de futuro, de nuestras maltrechas economías (la mía al menos) tras el verano, contratos, retenciones, situaciones fiscales varias, conversaciones muy adultas para esta ruta tan juvenil que empezamos. Menos mal que cuando encontramos al grupo pasamos a política y universidad, que son los temas para estos sitios. Esperanzas y quemes de una generación que se ve pisada por otra que llegó antes, que se ha hecho con los resortes y que se comporta del mismo modo que la gente que habían desplazado previamente, supuestamente para cambiar las cosas. Y ahí encuentro a C. Que hace unos años que no lo veía. Las cosas le van bien. No se puede quejar. Tiene un trabajo que le permite tener tiempo para hacer lo que siempre ha querido. Le pregunto por un conocido y me contesta que no le responde ni a llamadas ni mensajes. Extraño.

Hoy madrugo porque M. va a estar fuera cuatro días y sólo tenemos esta mañana. Antes de marcharse damos un paseo por el puerto y acabamos en un café. Al cabo de un rato, mientras leemos el periódico entra el tercer extraño encuentro, al cual ignoro con todo el buen hacer hipócrita del que soy capaz, por que tratar con desequilibrados mentales no está en mis planes de esta mañana. Hay veces que puedes estar días sin ver más que gente que no conoces, y si te suena de algo tu cara será por que habéis cogido el mismo autobús durante una temporada o coincidíais en cualquier rutina que impone la ciudad. Pero hay veces que las coincidencias parecen sospechosas. Síndrome gran hermano, pero de verdad. Extraño.

No hay comentarios: