martes, 23 de septiembre de 2003

She works hard for the money

... pos yo, bonita, ni te cuento... Después de trabajar todo el sábado, intento entregar el lunes, un día antes de lo previsto, para intentar minimizar el retraso anterior. Madrugón. Por la autopista aún no ha amanecido, pero ya se intuye un poco de claridad. Sin embargo hay unas nubes negras en el horizonte que, contra esta pequeña luz, parecen montañas. Por un momento da la impresión que la carretera discurre por un valle por el que no debería ir. Una sensación de irrealidad. Es ese momento en el que se cuenta que el amanecer rompe la oscuridad. Precioso.

A lo largo de la mañana empiezo a pensar que una conspiración está detrás de todos estos retrasos. A las dos y media es evidente que hoy no va a ser posible. Por la tarde más problemas. Todo se solucionará mañana a las nueve de la mañana. Y estoy agotado. Mi jefe no está descontento porque sabe que hemos dado el callo, pero tiene un buen cabreo con la parte que ha fallado. Pero él no va a hablar con ellos. Tengo que hacerlo yo. Tengo aversión a las confrontaciones y sospecho que a mi jefe tampoco le apetece, y que empieza a ser consciente que cuando se calienta se convierte en un bocazas, problemas hemos tenido por esto, vaya que sí; pero yo no estoy en su posición. De todos modos me consuelo pensando que si el cosmos no quiere que esto se entregue en su momento, pues que quien soy yo para contravenir el devenir universal.

No consigo dormirme pronto y el estómago se resiente con tanta emoción. Hoy madrugón dos. Los problemas están resueltos en cuanto llego a la oficina y conseguimos estregar, por fin. Una vez salimos de las oficinas del cliente me tengo que sentar. Menos mal que la cabeza me ha respetado, pero noto como me cuesta hacer las conexiones neuronales, supongo que la sensación de tener un cerebro esponjiforme debe ser muy parecida a esto.

El resto del día me lo tomo libre mentalmente. Aunque mi cuerpo está en la oficina, me temo que mi mente no está para nada. Pero antes he de hablar con la gente que ha fallado, haciendo acopio de buen ánimo. Bueno al final tampoco ha sido tan duro. Disculpas aceptadas. Alguien propone ir a comer a las facultades y dar un paseo por un edificio que parimos con mucho sudor y que luego no nos dejaron llevar la dirección de obra. Ya sabíamos que nos lo había desgraciado, pero queríamos ver por nosotros mismos los restos del naufragio. Es una sensación curiosa ver algo que tú has visto en un papel en pie. Lo que sí es muy clara es la sensación del esfuerzo desperdiciado, de lo que podía haber sido. Y es emocionante descubrir las cosas que sí han sido respetadas, aunque el conjunto sea una kkita. Llevamos una cámara digital y he hecho unas fotos que una vez volcadas en el ordenador resultan ser muy buenas. El flash se ha disparado cuando no debía y ha provocado unos efectos muy bonitos. Es esto de la casualidad en el arte. Cuanto hay de casual, cuanto de inconsciente, cuanto de suerte, cuanto de oportunidad.

De todos modos lo mejor es que mañana no voy a trabajar. Dormiré. Descansaré. Y leeré todos lo blogs que no he tenido tiempo de leer estos días. Y con un poco de suerte vestiré este blog de otoño. O por lo menos eso espero.

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